Oscuridad.

En las tierras más altas transcurren las edades del invierno.
Temporada de rachas y celliscas, reinado pertinaz donde el cierzo convoca a arrebujarse debajo de los paños.
A cobijo de truenos y relámpagos. De nubes agoreras.
Los balidos dejaron de escucharse desde las soledades del crepúsculo.
El valle está sumido en el silencio espeso que precede a la cólera.
Solamente se escucha, cada tanto, el ulular de un búho y el silbido del aire entre las lápidas que rodean las ruinas.
Detrás de la abadía, la silueta del monje se perfila, alta, delgada, oscura.
Aún es un hombre joven.
Cubierta la cabeza rasurada por la basta cogulla, en el rostro anguloso, de nariz y barbilla prominentes, se destaca el color de las pupilas. Profundamente grises, agónicas, intensas.
Avanza por senderos ocultos en los pastos hacia los viejos muros devastados que recorta la luz del horizonte.
El lateral derecho de la nave se oculta en la negrura. Tallos de enredaderas abrazan los pilares, los arcos en ojiva, las paredes.
Pero ya no hay rosales, nivalis, rododendros. Solo la sombra crece. Y el tenaz deterioro de la torre.
Desde salientes en los ladrillones, los ojos de la noche observan ese avance cauteloso que traspasa los pórticos hasta alcanzar las rotas escaleras. Un impulso que trepa los peldaños apresurando el ritmo para arribar al claustro.
En estas coordenadas, donde siempre es la víspera del día de los santos, el paso sigiloso es apenas un lúgubre espejismo, una pena sin nombre ni sosiego que lleva incorporada en el recuerdo la imagen demoníaca, el gesto admonitorio, la fiereza sin freno con que el abad dictara su sentencia en el mismo fatídico momento en que lo descubriera yaciendo con mujer sobre el camastro.
Yaciendo con mujer apetecida.
Con mujer codiciada por conciencias culposas, denunciada a la furia que se aguza en la penumbra del confesionario. Padecida hasta el odio, hasta el flagelo en la piel de los frailes. Hechicera de labios voluptuosos, de pupilas confiadas, de cabellos cayendo a las espaldas como sutil llovizna de verano.
Con mujer que guardaba en las entrañas la semilla de su hijo. Y cuyo nombre nunca pronunciaron después de aquella noche. Ni se inscribió jamás en los anales. Ni tuvo tumba alguna. Ni rituales. Ni rezos. Ni memoria.
Por la ausencia de vigas y techumbres, un resplandor vivísimo ilumina la celda.
La misma en que lo hallaron cuando la podredumbre ya no pudo encubrirse. Delatado en la muerte por esa misma carne que lo indujo al pecado. Esa carne que nunca doblegaron las púas del cilicio.
La misma celda en la que su escarmiento horrorizó a los otros.
Aquellos que debieron enfrentarse a la locura de romper su osamenta y evitar sepultarlo en posición de feto. De cubrirle las manos, los dedos, los nudillos, las uñas arrancadas por su desesperanza contra el muro reciente. De ocultar bajo un velo las huellas de las lágrimas surcando sus mejillas cubiertas por el polvo de ladrillo.
Con fuertes remolinos la tormenta se abate sobre el valle. El graznido de un cuervo busca refugio bajo un ángel roto.
Como todas las noches de su angustia y hasta el fin de los tiempos, el monje se arrodilla junto al muro que sella la hornacina.

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Biobibliografía

Parte de su obra ha obtenido numerosas distinciones entre las cuales se encuentran el Primer Premio y Mención de Honor Certamen Poético Provincial "Alfonsina Storni", Santa Fe, Argentina, (1988), Segundo Premio Certamen Poético Nacional "Plaza de los Poetas `José Pedroni´" Santa Fe, Argentina, (1989), Primer Premio Edición Certamen Poético Regional "Rosalina Fernández de Peiroten" Santa Fe, Argentina, (1990), Primer Premio Edición Certamen Poético Internacional "Villa de Martorell", Barcelona, España (1992), Primer Premio Internacional de Narrativa “Alicia Moreau de Justo” Buenos Aires, Argentina, (2010)
Condecorada por la Fundación Reconocimiento Alicia Moreau de Justo por su actitud de vida (1999), ha actuado como panelista, conferencista, periodista cultural y jurado en escenarios nacionales e internacionales y ejercido la Presidencia de la Asociación Santafesina de Escritores (1997-2001) y la Co-dirección de la revista Gaceta Literaria de Santa Fe (1997-2007)
En el año 2005 fue nombrada Ciudadana Santafesina Destacada por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe “por su talentoso y valioso aporte al arte literario y periodismo cultural y por sus notables antecedentes como escritora en el ámbito local, nacional e internacional”.
Fundadora y coordinadora del Movimiento Internacional de Escritoras “Los puños de la paloma”, desde 2007 ejerce la dirección de la revista de literatura Gaceta Virtual, Editorial Alebrijes y La Biblioteca, proyectos solidarios de difusión literaria que operan a través de Internet.

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